Impresiones. Amores de amores


Ismael Avendaño.

Catedrático Universitario.

“Comunicarnos unos con nosotros, aun conociéndonos bien, es en extremo difícil (…) La comprensión solo llega cuando nosotros –vosotros y yo- nos encontramos en el mismo nivel al mismo tiempo. Ello ocurre tan sólo cuando existe verdadero afecto entre las personas; entre marido y mujer, entre amigos íntimos. Esa es la verdadera comunión” Así iniciaba Krishnamurti una de sus conferencias pronunciada en Bombay en 1948.

Es de destacar que precisamente la comunicación es una comunión. La verdadera comunicación. Los amantes cuando de verdad aman, se comunican. El que ama la belleza que irradia la naturaleza, comprende todo ese fluido que irradia del aroma de una flor, el colorido de un amanecer, el trinar de un canario o la armoniosa gota de rocío que se desliza por la hoja temblorosa de un limonar. Quien ama la naturaleza la comprende y entra en comunión con ella. Descubre su belleza y ama.

Pero no solo lo bello puede inspirar amor. Hay amores de amores. Si bien fue Platón quien fundió para siempre amor y belleza, Ortega y Gasset indica que para el filósofo griego “la belleza no significaba propiamente la perfección de un cuerpo, sino que era el nombre de toda perfección, la forma, por decirlo así, en que a los ojos griegos se presentaba todo lo valioso”. Más adelante, el filósofo español continúa: “Amar es algo más grave y significativo que entusiasmarse con las líneas de una cara y el color de una mejilla; es decidirse por un cierto tipo de humanidad que simbólicamente va anunciando en los detalles del rostro, de la voz y del gesto. Amor es afán de engendrar en la belleza –decía Platón-. Engendrar, creación de futuro. Belleza, vida óptima. El amor implica una íntima adhesión a cierto tipo de vida humana que nos parece el mejor y que hallamos preformado, insinuado en otro ser.”

Hay pues amores de amores que apuntan hacia lo bello. Pero no necesariamente lo bello debe ser perfecto. ¿Quién que ha leído con pasión, la obra de Víctor Hugo (Nuestra Señora) no se ha enternecido y sentido cierto amor hacia Quasimodo, el jorobado?

Y ¿quién no ha repudiado la maldad encarnada en la bella Lady de Winter, la aliada del Cardenal Richelieu en los Tres Mosqueteros de Dumas? Ello nos indica que no todo lo bello o perfecto es digno de ser amado. Sin embargo, hay quienes aman la maldad, si es que a eso se puede llamar amor. Desde el punto de vista social, es relevante la relación que pueda darse entre los seres que la conforman.

Una sociedad que genera violencia a través de asaltos y asesinatos, difícilmente puede considerarse una sociedad donde prevalece el amor. Se deja ver como una sociedad falsa y sobre todo, cuando la publicidad enajena con sus mensajes proclives a generar el consumo. En una sociedad así, al ser amado hay que sorprenderlo con el regalo más ostentoso y pretencioso. Cuando la publicidad en su afán de persuadir, vuelve objetos al hombre y a la mujer; cuando los diferentes medios de comunicación hacen eco a esa publicidad “para sobrevivir”, olvidando su función de generar educación y cuando las audiencias aceptan tales mensajes, esas audiencias de esa sociedad, podrán llegar a consumir todos los perfectos aparatos del mundo, pero será muy difícil que logren generar realmente amor.

El ser humano de esta primera década de siglo, enmarcado dentro de la crisis consumista, ha vuelto al ser humano insensible a lo que es el verdadero amor. El materialismo que impera generado desde los medios, insensibiliza y anula el afecto hacia el otro (compañero o compañera: es decir hacia el que comparte), por muy amigos íntimos que sean. De aquí se desprende la incomprensión en el hogar, la esposa que exige más de lo que el esposo puede generar con su trabajo; el esposo que dilapida en el consumo de cerveza lo que podría ahorrar. Hogares que terminan por la falta de comprensión y comunicación. Generar amistad al calor de un “cubetazo” de cerveza, es generar una falsa expectativa de amistad, de amor y de comprensión. Los vulgarizados anuncios de “espectadores” de encuentros deportivos, que se emocionan al calor embriagante de bebidas espirituosas, evidencian la fatuidad de una sociedad cuyos valores han quedado olvidados en la memoria de los abuelos y abuelas del ayer.

En la crisis de valores que agobia a la sociedad, se hace notar el “infantilismo” al que la tecnología ha llevado al ser humano. Hoy, adultos y niños quedan deslumbrados ante el espejismo que les proporcionan celulares de última generación, las pantallas electrónicas que dominan el espectro social y sustituyen las criptas de las iglesias donde antaño se resguardaban las imágenes de los santos, ante los cuales las muchachas solteronas volcaban sus rezos para tener el milagro del primer amor, unas y otras, en pos de recuperar el amor perdido.

Hoy, frente a las pantallas electrónicas con el santo rezo del chateo y amparándose en las llamadas redes sociales, se busca el milagro del amor, pero no para generar esa comunión de dos que se aman y se comprenden. No, todo está en encontrar a la pareja para pasar el rato, sin mayor compromiso.

Concluyamos con Ortega y Gasset que “el amor es un hecho poco frecuente y un sentimiento que solo ciertas almas pueden llegar a sentir; en rigor, un talento específico que algunos seres poseen, el cual se da de ordinario unido a los otros talentos, pero puede ocurrir aislado y sin ellos.

Sí; enamorarse es un talento maravilloso que algunas criaturas poseen, como el don de hacer versos, como el espíritu de sacrificio, como la inspiración melódica, como la valentía personal (…)”

Y para rematar, del humorista español Jardiel Poncela, contemporáneo de Ortega y Gasset, citamos estas dos frases relativas al amor: “El amor es un punto de acuerdo entre un hombre y una mujer que están en desacuerdo en todo lo demás”. “El amor, a semejanza de los catarros, empieza poniéndonos febriles, sigue impidiéndonos salir de casa por las noches y acaba obligándonos a secar los ojos con un pañuelo”

0 comentarios:

Publica tu Opinión

 

Blog Recomendados

Caricatura

Periodico Tiempo Diseño Web por: Nelson Dieguez Epesista Licenciatura en Ciencias de la Comunicacion