Procedentes. EL AMOR Y OTRAS PECULIARIDADES


Jairo Alarcón

Catedrático Universitario

La conducta social en la especie humana, conduce a la construcción de nexos que propician el surgimiento de sentimientos esenciales para su existencia. A diferencia de las demás especies, los humanos, requieren de una permanencia más prolongada bajo el cuidado de sus padres. Su condición de seres físicamente endebles así lo amerita. Dentro de un medio originalmente agreste y hostil, los humanos hubieran estado condenados a la extinción. Fue su racionalidad y conducta socialmente adquirida, la que les permitió constituirse en lo que actualmente son: seres que construyen su vida. Pero la necesidad de conformar núcleos sociales, requiere que en éstos surjan los sentimientos como medio de perpetuar la especie. Sin embargo, sentir por el sentimiento mismo no tiene significado dentro de esta particular especie. Es la razón la que le da el carácter especial, particular y distintivo a los sentimientos.

Engels habla que en un principio hombres y mujeres vivían en comunidad, en lo que se denominó, comunismo primitivo. En éste, recolectores y cazadores ponían a disposición los bienes para su consumo, no existiendo excedentes. En cuanto a las relaciones personales, todos podían procrear con todos y en consecuencia, no se sabía de quién eran los hijos. Fue hasta que surgieron los excedentes y con ello surgió la acumulación de bienes, que todo cambió, ya que fue necesario determinar a quién se le heredaría la riqueza. El paso de la poligamia y la poliandria, a la monogamia y monoandria se dio por fines eminentemente económicos. Lo cual, con el tiempo, determinó que se afinaran las relaciones interpersonales y con ello, los sentimientos.

Solidaridad, fraternidad, amor son impulsos o cualidades humanas que se forjan a partir del contacto con otros. Pero, ¿cómo es que se determina a quién o con quiénes estrecharemos esos vínculos sentimentales? Sin duda debe existir un factor o mecanismo que determine hacia quién o quiénes nos acercaremos más y de quiénes nos alejaremos. Distinguir hacia quiénes orientaremos nuestros sentimientos. Con quién seremos solidarios, fraternos, quiénes serán nuestros amigos, a quién amaremos. Para poder decidir, se reflexiona, se tiene que contar con el concurso del intelecto ya que la escogencia es producto de un proceso racional.

El primer encuentro con las cosas, el primer contacto con el mundo es sensorial, y entre los sentidos, el de la vista, como lo señaló Aristóteles, es el que más información provee, pero no es exclusivamente por la vista que hacemos nuestra escogencia y tomamos una decisión. Aunque por la vista nos orientemos, por las palabras nos entendamos, por el paladar nos satisfacemos y por el tacto nos deleitemos, la razón realiza la síntesis de esa información y es la que motiva a la voluntad para accionar. Y es que al ser animales de costumbres, que necesitamos instrucción, somos lo que se nos enseña a ser. De ahí que seamos susceptibles a la alienación, a la valoración de estereotipos, a transformarnos en seres pragmáticos y superficiales. Ya sea si acertamos o nos equivocamos, si nuestro conocimiento es superficial o profundo, el intelecto subyace en nuestras acciones con menor o mayor injerencia.

El amor, es un sentimiento que inclina el ánimo y propicia estados alterados de fruición y deleite. Pero ese sentimiento que activa la voluntad se afina a través de la razón y el conocimiento, no se ama a un desconocido. Sin embargo, hay otro tipo de sentimientos como la fraternidad, la solidaridad, la compasión, etc., que si pueden sentirse por un desconocido. Esos son sentimientos que surgen de la propia naturaleza humana, se despiertan a raíz de experiencias y valores acumulados, accionando espontáneamente el accionar a partir de una vivencia. De ahí que haya sentimientos que se activan, producto de mayor o menor cercanía, dada la identificación que se tenga con las personas.

El amor requiere de una identificación profunda, de un reconocimiento de que cada ser humano pertenece a historias distintas y al serlo, se requiere de una apertura a lo ajeno, de una construcción de nuevos valores incentivados por la mutua compañía. Erich Fromm nos habla de que no se puede amar si no hay un conocimiento del otro, pero también debe existir la voluntad de construir historias nuevas.

Por otra parte, puede surgir un enamoramiento a partir de una primera vista, o simplemente enamorarse de una persona a la que se cree conocer. En estos casos, la emotividad se antepone a la racionalidad, trasladando cualidades que se quieren ver o que se creen ver en el otro ocasionando un autoengaño. Muchas veces ese querer ver en las cosas lo que uno quiere conduce al error, mismo que incide negativamente en los demás. Por ello, se hace necesario que todo sentimiento esté impregnado de racionalidad, conciencia, que permita accionar con pasos más seguros e indudablemente más sublimes y reconfortables.

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Periodico Tiempo Diseño Web por: Nelson Dieguez Epesista Licenciatura en Ciencias de la Comunicacion